lunes, 28 de febrero de 2011

El mundo es mío

                Irán 2009. Millones protestan  en las calles por el resultado de las elecciones presidenciales, que presumen fraudulentas. ¿Dónde está mi voto? ¿Dónde está mi voz?




                Saldré a la calle a protestar, nadie podrá acallarme. Ellos tienen los medios para reprimir. Ellos tienen el orden en sus manos: son los que cortan la torta. Pero los iraníes descubrieron que hay otras armas: la orquesta descentralizada de la comunicación, organizándose. Como un virus muy, muy enojado.  

                No habrá violencia que no quede registrada; mis ojos serán grandes ventanas. Somos millones en las calles, nos organizamos por Twitter; cuando el milico levanta el brazo, mi cámara es más veloz. Incluso si el mundo no puede aún reaccionar, se escuchará mi voz y mi eco: ninguna injusticia podrá acallarme.

                Wikileaks 2010. Tanto alboroto y ahora parece un sedimento extraño que se va lavando. Sí, Estados Unidos es la policía del mundo, nos espía, especula con nuestros asuntos internos y mueve los hilos. Titiritero. Pero gracias a Internet, eso quedó expuesto, ¿no? Tantos cables de información, solo para que nuestras sospechas se hicieran “oficiales”.

               
                 Egipto y Libia 2011. Los gobiernos saben que ese virus muy, muy enojado que se propaga en blogs, en Twitter, que comienza a tomar conciencia de sí y a querer ser escuchado, es peligroso. El despotismo es ingenuo: ignora que las acciones traen consecuencias. Entonces, medidas desesperadas y “paliativas”: ellos cortan Internet para disipar estos ánimos de protesta. Pero ya es tarde, hoy nadie puede ser aislado tan fácil.

                No están quedando más secretos. Quizás haya mucha confusión e incertidumbre, pero hoy, no tenemos el mismo problema de “la fuente” que antes. Es mucho más difícil ocultar cosas, es mucho más fácil corroborar la información.

                Con gran poder, viene gran responsabilidad: el desafío y el deber de utilizar los medios. Ése es nuestro poder, ése es nuestro desafío. Todavía no entendemos las posibilidades, no las imaginamos. Las leyes y las reglas de juego están cambiando.

                Y no habrá más secretos. Nadie podrá tirar la piedra y esconder la mano. La visibilidad traerá verdaderos cambios. Todos tendremos que dar la cara.




                La educación tiene que mostrarnos estas posibilidades. No podemos seguir adormilados: las nuevas tecnologías son la democracia. Son medios de producción y están disponibles. Con curiosidad, leyendo, escribiendo, fotografiando: están disponibles.

                Y me entristece mucho que mi facebook se parezca a la casa de Gran Hermano, donde nada pasa realmente. Donde no pasa nada.

                Los abogados de ayer no pueden ser los mismos que los de hoy. Las reglas cambiaron. La política no puede actuar ajena, no puede seguir enajenándonos.

                El mundo es mío.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Educación privada: ¿una nueva esperanza?

Les debo explicaciones. Mi reciente artículo comenzó como un desagote de prejuicios e impresiones a partir de esta experiencia que estoy teniendo con la universidad privada.
La idea de escribir sobre el tema fue anterior a mi lectura del artículo de Grünberg. Las universidades privadas son recientes en nuestro país: la primera es la Universidad Católica (UCUDAL), oficialmente reconocida en 1984. Ese mismo año, también se deja de intervenir a la universidad pública, que había sido controlada y/o monitoreada de facto desde 1973, es decir, durante once años. Es en este período que muchos de nuestros padres se formaron o intentaron educarse.
Los argumentos de Grünberg me persuaden bastante de que la educación no va a dejar de ser gratuita e irrestricta a causa de las universidades privadas. Quizás incluso, pase lo contrario. Ahora, mi escozor y sus razones.
Para aquellos “más comunistas”, está el recelo, el miedo y el prejuicio de que lo privado es malo; el dinero es cruel.
La universidad puede ser un lugar que te abra la cabeza. Las ideas y los líderes que las encarnan, movilizan multitudes. El conocimiento es poder.
Existe una sutileza en la educación terciaria: esa forma que tienen las autoridades como los profesores, los padres y las instituciones, de encaminarnos. De influenciarnos.
Tengo miedo de que en una universidad privada, me esté enfrentando solo a un pedazo de la realidad. Que se omitan cosas. Que se omitan autores, debates y situaciones que son imperativos para reflexionar sobre el mundo.  
Mi ambivalencia está irresuelta. Entonces, en mi caso particular, ¿por qué elegí una privada, aun corriendo el riesgo de que me “lavaran el cerebro”? En primer lugar, existió la posibilidad de elegir. Además, la información que recibí en ese momento, apuntaba a que si me graduaba en la ORT iba a ser un profesional más competente.
Me parece justo, como dice Grünberg en el artículo, que si me puedo pagar la educación, tengo la responsabilidad de hacerlo. Si no, estoy abusando del sistema público.
Mi esperanza es tener la misma oportunidad real de demostrar quién soy que cualquier otra persona. Mi esperanza es que la competencia no me enloquezca y termine destruyendo mi trabajo. Mi esperanza es que la gente que ya tiene todo claro, todas sus opiniones resueltas y ordenadas, llegue a un punto en el que vuelva a poder pensar; pensar, y sorprenderse.

lunes, 21 de febrero de 2011

Pensar haciendo y hacer pensando: las propuestas de Daniel Corbo


El otro día leí la cobertura que hizo Búsqueda de la “cumbre educativa” del 14 de febrero. Me alegré muchísimo cuando me enteré que Nora Castro, integrante del Codicen, estaba molesta por el apoyo que recibieron desde el Ejecutivo las propuestas de Daniel Corbo.

Este miembro de Alianza Nacional, único representante de la oposición en el Codicen, no solo ha sabido diagnosticar los principales problemas de la educación media uruguaya con gran precisión, sino que ha concebido propuestas profundas, novedosas, claras, que, si se acataran, tendrían chance de arrancar al Uruguay de su estancamiento en materia educativa.

Su librillo Ideas para pensar una educación pública de calidad. Hacia un nuevo modelo de Liceo parte de una tesis muy simple: el modelo “centralizador, verticalista, burocrático y homogeneizador” que impera en los liceos desde principios del siglo XX, está alejado del trabajo y de la tecnología. Es obsoleto.

En la educación pública, las aspiraciones, intereses y talentos de los estudiantes quedan postergados. Se pretende igualar: hacer que los más rezagados se sientan incluidos. Pero solo se consigue homogeneizar. Recordemos que según los estudios del ingeniero Luis Osin, solo el 20% de los estudiantes está ubicado en el grado que corresponde a su potencial.

Las reformas se hacen de arriba hacia abajo, ignorando las diferencias entre los distintos centros de estudio.  

Se valora la acumulación de conocimiento por sobre la capacidad para resolver problemas. En vez de formar estudiantes creativos, con habilidades prácticas, se los apabulla con caudales de información, lo cual, en mi opinión, contribuye sobremanera a que estén desmotivados. 

La idealización de la mal llamada “educación en valores” en detrimento de la educación para el trabajo, ha causado que la brecha que separa a ricos y pobres se vuelva cada vez más abismal.

Luego de explicitar esta serie de fallas, Corbo señala en su libro que cada centro de estudio necesita responder a sus problemas particulares con la participación de todos los involucrados, incluidos los alumnos, y tomando en cuenta su contexto: ubicación geográfica, características demográfica y socioecónomicas del alumnado, etc. “Lo que puede transferirse es la capacidad para la innovación, no una fórmula única que pretenda que como funciona en un lado funcionará en otro”, escribe. 
 
Resumiendo, coincido con Corbo en que se necesita un nuevo contrato educativo. Que cada liceo avance como una comunidad autónoma, unida, con profesores propios (que trabajen allí por varios años) y con una proyección clara a futuro. Que lo contextual, lo local, lo diverso, se priorice sobre lo masificado. Que haya lugar para la inventiva y la creatividad en lo pedagógico y lo académico. Y que cada liceo asuma, a cambio, el compromiso de lograr determinados resultados. “Porque uno le da autonomía no para hacer cualquier cosa, sino para que diseñe un plan, una propuesta, que tiene que ser construida por todo el equipo docente, tiene que estar en conocimiento de los padres, tiene que estar interiorizada en la visión de los alumnos, que tienen que saber lo que se espera, a dónde va esa institución, que propuesta educativa hace”.

Pero sobre todo, debe pensarse a las reformas educativas como un proceso dinámico, flexible, que surge como respuesta a una coyuntura histórica y que por tanto, debe estar sujeto a alteraciones. Deben tener objetivos centralizados y diversificados, tanto a corto como a largo plazo, y deben responder a nuestras necesidades y carencias más concretas.

Mujica: sensatez y sentimientos


Deserción. Repetición. Ausentismo. Desigualdad. Centralización. Masificación. La educación pública en Uruguay ha llegado a un punto crítico: las propuestas educativas tradicionales han probado ser ineficaces y las autoridades no se animan a hacer cambios radicales.


Sin embargo, el presidente Mujica tal vez haya acertado en señalar una de sus mayores carencias: la educación falla en dar cariño. Cuando el secretario de la Presidencia Alberto Breccia dijo que algunos no entendían la profundidad de Mujica, bien podría haber estado hablando de afirmaciones como ésta. Suena banal, reduccionista, simplificador. Pero quizás la falta de cariño sea realmente el núcleo de la desmotivación de los estudiantes, de la deserción, del ausentismo.


Entrar al liceo significa relacionarse con más de una decena de profesores, cada uno ocupado en varios centros educativos, sin tiempo ni disposición para forjar algo más que una relación efímera y precaria con sus alumnos. 


Aproximadamente una de cada tres clases pautadas no se dictan: el ausentismo docente, problema indignante si los hay, no se castiga. En cambio, se premia la antigüedad. No la creatividad, la iniciativa, o el nivel de los alumnos. Porque en Uruguay somos todos iguales. Nadie debe sobresalir demasiado.


El estudiante se siente “como en una especie de aeropuerto atestado de gente en el que hay una pauta de funcionamiento marcada por un timbre que suena y sale un profesor y entra otro, y sale otro y entra otro. No hay una conformación de hogar, de contención, de orientación, no hay escucha a los alumnos”. Así lo puso Daniel Corbo, el representante de la oposición en el Codicen, en una entrevista en El Espectador.


La verticalidad, la centralización, impiden que los estudiantes participen en las reformas educativas. Nadie los escucha. La mayoría de los profesores no se preocupa lo suficiente para darles clase. Los que sí se preocupan, trabajan en varios liceos y tampoco están allí para escucharlos, asistirlos, guiarlos.
La principal función de los profesores no es trasmitir conocimientos concretos, sino enseñar a aprender autónomamente, trasmitir pasión, entusiasmo por el aprendizaje. “La desigualdad pasa por la posibilidad de seguir aprendiendo o de no seguir aprendiendo”, dijo Rodrigo Arocena, rector de la Universidad de la República, en la cumbre educativa. 

Un profesor es alguien que debe actuar como guía en un proceso que va a durar toda la vida: hoy, quien no se aboca al estudio ininterrumpido, se estanca. Pero esta función es imposible de cumplir cuando la enseñanza no es personalizada, individualizada, adaptable a las necesidades de cada alumno.


“Ante la heterogeneidad de los niveles de aprendizaje y la presencia de estudiantes que declaran estar en clase por obligación (factores que se asocian a perturbaciones del trabajo de aula y a indisciplina), la reacción de profesores con menor compromiso educativo es excluir a los alumnos más conflictivos”, dice Corbo. La “educación en valores” debería darse mediante el ejemplo de los profesores: hacerse responsables por el comportamiento y rendimiento de cada uno de sus alumnos. No solo involucrarse en lo meramente académico y flexibilizar las clases, adaptándolas a los intereses y capacidades de cada grupo.


Mientras se siga homogenizando, dando respuestas masificadas a problemas particulares, desconociendo la individualidad de los alumnos, dejándolos sin profesores que los escuchen, no se puede pretender que ir al liceo despierte ninguna clase de interés.Así que aplaudo la sensibilidad de Mujica, que, aun perteneciendo a una clase política envejecida, pudo entender el desarraigo emocional de una juventud forzada a construir vínculos cada vez más débiles.

domingo, 20 de febrero de 2011

Educación privada: ¿la amenaza fantasma?


Busqué en Google “educación privada en uruguay” y llegué a cosas interesantes que voy a pasar a reseñar. Me concentré en esta conferencia del rector de la Universidad ORT, Dr. Jorge Grünberg; en los párrafos que aquí copio.

"Veamos cuál ha sido la evolución del sistema universitario uruguayo en los últimos años. El cambio más importante fue el fin del monopolio de la Universidad de la República. Este es un cambio trascendente, ya que considero que fue nefasto para el país. Creó una jaula intelectual que no permitió que las ideas se renovaran y por eso algunas de las estructuras ideológicas perimidas en el mundo continúan siendo influyentes en nuestro país".

¿Perimidas en el mundo? Sin duda, no tienen mucha cabida en EE.UU., pero ya es suficiente con que ellos se sientan el centro del universo, como para que nosotros lo reafirmemos.

            "La composición socioeconómica de la Universidad ORT por ejemplo que es la que yo conozco, es muy similar a la de la Universidad de la República".

"Hay mucha gente que dice ir a la Universidad de la República porque es una experiencia que "nos hará hombres (sic) porque no todo se debe recibir en la mano". Pero este argumento lo escuchamos del segmento de altos ingresos. El hijo del obrero muchas veces elige ORT porque quiere concentrarse en estudiar y no tener los obstáculos prácticos y logísticos que ya enfrenta en su vida diaria, y que no necesita una replica en la universidad".

Al analizar una serie bastante contundente de estadísticas, el rector de la ORT llega a estas conclusiones.

"Quiere decir que el 94% de las personas que asisten "gratuitamente" a la Universidad de la República, no necesitan que no se les cobre. Si nosotros les cobráramos a ellos y becáramos a los que lo necesitan, podríamos aumentar el porcentaje de estudiantes de escasos recursos que acceden a la educación superior del 6% al 15% o al 20%".

"La Universidad de la República es financiada por todos pero la usan mayoritariamente los más ricos. Mientras que a Salud Pública, a UTU o al INAME, por ejemplo, las financiamos todos pero las usan mayoritariamente los más pobres".
El rector dice “gratuitamente” porque:

"Por ejemplo, el alumno del interior tiene que pagarse una vivienda en Montevideo (el 60% de los bachilleres egresados de secundaria cada año son del interior). Por otra parte algunas personas tienen que trabajar durante sus estudios para mantenerse y por lo tanto el costo de oportunidad de sus horas de estudio es mayor. Adicionalmente, los alumnos deben pagar por materiales de estudio, libros e instrumentos de prácticas entre otros y debemos considerar además los costos ocultos generados por la ineficiencia institucional".
En muchos ámbitos, estudiar en una universidad privada está mal visto. Es signo de que no vamos a sufrir como el resto, es signo de injusticia y competencia desleal. “¡Así cualquiera, pagás y pasás!” Es más fácil, te exigen menos porque estás pagando, y además te encontrás con todos los nenes de mamá, que viven en una burbuja y les dieron todo en bandeja de plata.

Estudiar en una privada tiene algunas importantes desventajas: nosotros, los estudiantes, no participamos de un co-gobierno, no decidimos sobre programas curriculares y docentes. Los docentes no concursan para entrar.

            Entonces, universidades privadas… ¿una amenaza fantasma o algo para desmitificar?

La política me asusta, ¿y YO QUÉ HAGO?

“Más vale que te interese la política, porque a la política le interesás vos”. No, no es una amenaza, pero sí un llamado de atención. No significa que debamos vivir desconfiando de nuestros líderes, ni que adoptemos posturas “ideológicas” u opiniones prefabricadas o pasionales. Este recelo es una reacción generacional que hay que entender.
Tengo 23 años y me encuentro en un país muy politizado. Nuestros padres vivieron una dictadura que todavía está siendo juzgada. En Uruguay, la adhesión partidaria es fuerte, el sindicalismo es fuerte, la desigualdad es grande, las instituciones (la burocracia) son pesadas. Montevideo versus el interior: un país macrocefálico donde abundan las vacas.
Escuchamos hablar de fachos, chetos, bolches y anarcos, con rencor, con pudor, en graffitis, ¡es constante! Pero, parafraseando a algunos expertos, estamos atrasados a nivel de ideas/organización/sistema político (no sé cómo llamarlo, ¿resabios y resaca de una guerra fría que nunca terminó?)
 Por otro lado, vivimos en una sociedad que envejece, que es violenta, donde es difícil ser joven e independiente (trabajar, vivir solo). El poder y la toma de decisiones resultan un tema bastante ajeno. Las estadísticas dicen que hay 100.000 de nosotros (entre 14 y 24 años) que no trabajan ni estudian. No hacen nada. ¿Qué pasa entonces cuando Mujica dice que a la educación le falta cariño? Educación; el sistema, las instituciones, quienes deben cuidar y velar y enseñar: ellos nos deprimen y nosotros estamos deprimidos y enojados. Nada nuevo hasta aquí, pero Mujica se dio cuenta.
En lo personal, defiendo mucho la teoría de que nuestra tendencia política (llamémosla así para simplificar) es algo que proviene en enorme medida de nuestra familia y contexto de crianza. Creo que son pocos los que se separan de los mensajes heredados de sus padres, de las comodidades o penurias de su infancia, del proyecto/estilo de vida y de la ambición que aprendieron.
A los veinte y pico, es muy difícil saber para dónde arrancar. ¿El tiempo es oro? Es interesante pensar que vivimos en una época de cambios radicales: sociales, tecnológicos, políticos, y simultáneamente, la desmotivación y el desinterés nos están robando la creatividad.

martes, 15 de febrero de 2011

Hábitos de lectura

Personalmente, me cuesta mucho terminarlos. A veces, llego a tener tres o cuatro en simultáneo. No siempre preciso conocer el final; he encontrado un deleite culposo en dejarlos ahí, en eterno suspenso. Desentrañar la lógica de la trama, sentir y percibir ese movimiento estratégico del autor hacia nosotros… como cuando logro capturar el espíritu de un libro y a los dos tercios, ya estoy impaciente y quiero otra cosa. 


Desentrañar algo de un libro, de una ficción. En una ficción, hay un mundo entero de leyes, protagonistas, desenlaces, acaecimientos… y en ese mundo, un corredor a éste. Un trampolín de pequeñas cosas que son y están en el lugar de otras cosas, que hablan, muestran, dicen, y que son una totalidad. El libro deja todo en mis manos.

Leer lleva tiempo; es una actividad solitaria. Mientras que la radio, música y películas tienen otro ritmo y exigencias, también es más fácil compartirlas y comentarlas con otros. Creo que algo que desmotiva a la gente a leer, o que la hace optar por lo popular del momento, es la falta de cómplices.

He aprendido a no tenerle miedo a mis propios gustos. Si sé que no estoy de ánimo para una excelente pero larguísima e intrincada novela, ya no me culpo. Por demasiado tiempo, las palabras fueron (y siguen siendo) presas y agazapadas. No solo en mí, en mis cuentos y lecturas, sino en el arte en general. Con palabras presas, me refiero a formas de pensar que han seducido con su peligro, contaminado con destrucción, las formas iconoclastas; y del otro lado, la estabilidad de los relatos. ¿Estamos entrando en una época impredecible? Los medios, sin duda, son cada vez más democráticos. Pero no así los recursos y la riqueza material que engordan ciertas voces.

Hay libros que se queman, hay voces que arden, y para algunos, hay una angustia en las vísceras cuando la historia late fuerte y cuando la historia es olvidada. De seguro, existen miles de personas que serían más proclives a la no ficción, a la fantasía, o al absurdo, y aún no lo saben.

¿Por qué contar? Por ejemplo, el caos en la creación y a partir de la creación. El hombre enmudecido. Hubo más de un mesías y más de un libro sagrado. La historia de la creación y el recuerdo del origen, porque no podemos vivir sin saber qué o quién o por qué. Los finales.

Hay mucha gente que por opción o sin más remedio, no logra descubrir los relatos que nos han hecho, y tampoco puede elegir qué leer. La oferta cruel de basura no les permite elegir qué leer.

Las tendencias, la ignorancia y los prejuicios. Pero más allá, cuando estemos solos y alertas, prontos para sorprendernos, tendremos una oportunidad de liberar la palabra. En el ronquido de las páginas (en lo quieto y flexible del libro en mis manos… para repetirlo, esa página, ir hacia atrás, esperar) a veces hay alguien o algo que aúlla. Como en La historia interminable de Michael Ende, a veces hay un espacio inefable de silencio que nadie ni nada puede usurpar.

domingo, 13 de febrero de 2011

Padres que aún no lo arruinaron todo

Cuando yo era chico, escribí la historia de un caballero con armadura dorada. Debía de tener 6 años. El manuscrito supuestamente perdura junto con otros documentos de mi oh tan prometedor futuro y precoz genialidad.

Nach es un amigo que tiene un talento sobrehumano para el dibujo. Sin embargo, está estudiando Derecho y está empecinado en ocultar sus dotes: “es solo un hobbie, no me va a llevar a ningún lado”. Eligió algo tradicional para contentar.

Alicia no encontró otro camino que el desbarrancadero de la autodestrucción cuando se vio becada en un país extranjero, estudiando algo que detestaba.

Entro a una clase de niños mimados, que viven sin imaginar penurias, en una incubadora donde todo es tan fácil. Y aún así, nos miramos y estamos aterrados. ¿Llegaré a algún lado? A mí me prometieron un lugar… de gloria… para mí. ¿Adónde quiero llegar?

Querer es cosa absurda, complicada, impuesta, surreal. Mi querer ha sido violado y aberrado desde que tomé conciencia de que el deseo va a ser mi perdición. Mis padres, ambición, el deseo, un abismo frustrado, ¿quién me va a recordar? Y lo peor: la falta de voluntad. ¡Voluntad para triunfar!

La motivación es tan volátil. El peligro de la lasitud no parece amainar. Seguro que papá y mamá sienten (como el mundo, que respira desgano) que si no me presionan y matan poco a poco mis ganas de ser, voy a terminar sin ser nadie. Ser nadie. Nadie.

Pienso en un mundo donde no sea necesario competir. Cursi yo, abocado a fantasías comunistas que desconocen nuestra “naturaleza”. Cada uno se esfuerza para superarse: el otro, el vecino, es la medida de mi fracaso. Existe esta tesis incuestionable de que sin competencia, nos estancamos. De que, además, no hay mayor goce y satisfacción que aplastar a nuestros rivales. ¿Somos tan perezosos y mezquinos?

Ser el número uno. Ser el número uno. Somos seis mil millones de personas y odiaría pensar que vivimos en un mundo de sombras tristes, anónimas y fuegos apagándose. Ser el número uno y que nadie, nadie me escuche cuando grite ¡rosebud! a todo pulmón.


viernes, 11 de febrero de 2011

¿Educación en valores o educación para el trabajo?

¿Cuáles son estos valores educativos en que tanto insisten algunos sectores de la izquierda uruguaya, con la viceministra del MEC María Simón y el representante de los docentes en el Consejo de Educación Secundaria Daniel Guasco a la cabeza?

En el 2009, la prueba Pisa arrojó resultados alarmantes: el 40% de los alumnos uruguayos de 15 años presentó niveles deficientes en lectura, matemática y ciencia. Por suerte no tenemos nada que temer, porque tanto el problema como la solución están claros.

María Simón se encargó de dilucidar el núcleo de la crisis educativa: en la prueba Pisa “solo se realizan pruebas sobre lengua, ciencia y matemáticas a cientos de alumnos y no son tenidos en cuenta los valores”; el estudio es “insuficiente” porque solo refleja “un pedacito de la realidad”. ¿La otra gran porción de la realidad —ésa que sí debe ser tomada en cuenta— será la del 75% de uruguayos que no terminó el liceo o la de la participación creciente de menores en los delitos (según las cifras manejadas por el diputado colorado Germán Cardoso, 53% en 2009)?

Por su parte, Daniel Guasco propuso que la medición de la enseñanza se ajustara a la realidad “de la educación pública y privada uruguaya”. ¿Qué quiere decir eso? Compararnos con países de la región con sistemas educativos tan deficientes como el nuestro, ya que comparar a Uruguay con Finlandia (un país que dedica 8% de su PBI a la educación) es “imposible”, porque sería como comparar a “un niño que tiene mucho dinero con otro que es muy pobre”. Nótese la liviandad con que acepta que un niño pobre nunca podrá llegar a saber tanto —y por ende a tener tantas oportunidades— como un niño rico. Pero tampoco por esto debemos desesperar: aun con el sueldo de 3000 pesos al que podrá aspirar, el niño pobre siempre tendrá los buenos valores que le han trasmitido sus profesores. Sí, esos profesores que faltan siempre a clase y atribuyen la crisis educativa a sus bajos salarios, los mismos que enseñan sobre el compromiso, la solidaridad y la responsabilidad.  

Luego de renunciar a su cargo como secretaria administrativa del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Graciela Bianchi (actualmente directora del liceo Bauzá) hizo algunas declaraciones esclarecedoras a El País. “En los últimos años hubo una cuotificación política adentro del Frente para determinados sectores, léase MPP y Partido Comunista. Y los que tenemos independencia de criterio, aunque seamos frenteamplistas, no tenemos absolutamente ningún lugar. La crítica no se acepta, se entiende como una deslealtad. Y también veo que en los profesores hay mucho miedo”.

Así que el Frente Amplio no solo empleó un criterio de reparto político (en evidente detrimento de la idoneidad técnica) en una de las áreas en que éste es más dañino, sino que censura la crítica entre los profesores, según Bianchi, asustados de perder sus cargos. “Mucha gente valiosa está callada la boca para no tener problemas”.

Ir al liceo, que debería ser una experiencia estimulante, en que los jóvenes ejercitaran su creatividad en proyectos prácticos y estudiaran materias novedosas, es en realidad una tarea rutinaria y tediosa que no entusiasma ni a profesores ni a alumnos. Los programas, inflexibles y desactualizados, están orientados a educarlos para ser ingenieros, médicos, economistas o abogados. Pueden olvidarse si son buenos músicos o escritores, si son excelentes oradores, si quieren entrar en la política, ser directores de cine o fotógrafos. Ésas son oportunidades reservadas para los ricos, o para los pocos que van a la universidad. No existen ámbitos en la educación secundaria para que los jóvenes desarrollen capacidades críticas y de innovación; para que se interesen en política, economía, cultura, o para que aprendan a educarse por sí mismos una vez que terminan el liceo.

La educación (aunque estos días se haya convertido en un tema candente en el debate político), no se trata con la urgencia necesaria. Mientras las autoridades discuten si cerrar o no los liceos por un año, más y más jóvenes abandonan, y los profesores no toman la iniciativa de buscar, por todos los medios posibles, formas de mantenerlos motivados. ¿Y por qué lo harían, si de todas formas no se hace a los docentes responsables del mal rendimiento de sus alumnos? En este momento podríamos tener al próximo Onetti en las filas de nuestros liceos públicos, y nunca, ni él ni nosotros, lo sabría.

Salvemos los domingos

“Ya que te has desprendido de ese horrible peso y estás libre y sin trabas, ¡corre a tu esfera! No es la de aquí. Aquí, confusas, agitadas y salvajes, nos rodean visiones grotescas. Solo allí donde miras claro a la noble claridad, y eres dueño de ti y en ti confías, ve allí donde lo bello y lo bueno agrada, ve a la soledad y has allí tu mundo”.
Goethe


Entonces, me di cuenta de que hace mucho que estoy soltero y de que me siento solo. También pensé que la libertad es una ilusión; mucho se nos impone; muchas veces somos víctimas de una educación y una herencia ideológica (enmascarada o no). Cerré los ojos y me concentré en el presente: responsabilidades, todo lo que debe ser. En otro post intentaré discurrir sobre la libertad, escurridiza, maldita, pero ahora me interesa indagar sobre lo que para mí significa la soledad
La verdadera soledad es un alivio, un resguardo atemporal. Es el peregrinaje que nos lleva a la paradoja de los vínculos. “Yo estoy contigo, yo me doy y me comparto, pero al mismo tiempo estoy solo. Hay una parte de mí que es ajena a cualquier perturbación”. Más importante aún, la soledad tiene un extraño poder redentor: nos da un espacio de intimidad impenetrable que enaltece nuestros vínculos. No solamente es nuestro refugio más indestructible, sino que al atesorarlo, estamos garantizándoles a los demás una comunicación genuina y sincera.
La soledad parece un peso para el hombre de hoy. La intentamos combatir por muchos medios: a través de la narcotización y el aturdimiento, equiparándola a una carencia afectiva. Resulta intolerable estar solos: porque nos aburrimos, angustiamos o desesperamos. En la sociedad de consumo, solemos buscar la inmediatez. Las relaciones son efímeras, los contactos, superficiales. A través de redes sociales y de perfiles electrónicos, nos definimos de forma cada vez más rígida y estereotipada: buscamos compañía y tenemos una cierta noción de lo que es valorado en el mercado. Procuramos a partir de etiquetas, catalogamos a las personas y nos aterra lo impredecible.
Mis momentos de mayor lucidez son cuando me doy cuenta de que cualquier problema existe solo en mi cabeza, de que “sentirme bien” es algo independiente de cualquier circunstancia.
La soledad es desvalorizada colectivamente. No solo se presume que causará malestar en el que la padece, sino que es desaconsejada y mal vista. ¿Cuál es el riesgo de estar solo?