sábado, 14 de julio de 2012

Nicolás





Nico,
Te escribo. Ayer viniste y estuvo genial, muy mucho genial, y después de que te fuiste apresurado, no pude dormir bien. Te escribo de lejos, intento mirar con criterio. ¿Sos feliz?
Quiero estar con vos y no esconderte. Esto es sufrimiento para los dos: creo que querés estar conmigo y no te animás, creo que querés dejarla y tampoco te animás. Es obvio que la amás. ¿Es una cuestión de género… hombre, mujer? Si me pudieras presentar a tus padres, si no te avergonzaras, ¿eso cambiaría todo?
Te veo confuso y nervioso. Mi primer beso fue con un Nicolás. Nunca hubo otro después de él… fue solo un par de besos y me alejó, éramos muy jóvenes. Tengo miedo de que nunca seamos novios. Vos y yo.
No sé qué darte ni qué pedirte. No quiero adivinar tus sentimientos, tu lugar es complicado (el mío también, y muy distinto). Te quiero.
Si esto fuera un cuarto escondido, en los confines de un mundo ciego. Sin tiempo para pensar en la biología y la familia y los hijos, sin tiempo para que te alejes. Si esto fuera más disfrutable, ¿por qué nos duele? Te quiero ver grande y fuerte, señor activo.
No te avergüences. ¡Coraje!
Besos gigantes, soy tu amigo, tenés un amigo. Hay un ciervo más en el monte.
Tuyo,

Camilo